LA VIDA CONSAGRADA EN LA ERA DIGITAL: Oportunidades y desafíos

Fr. Martín Carbajo Núñez, Ofm.

Sumario: Teniendo presente el Año de la Vida Consagrada (2015), este artículo propone un estudio de los desafíos que la nueva cultura digital presenta al desarrollo del ser humano y, más específicamente, a los consagrados. Las nuevas tecnologías de la comunicación forman ya parte ineludible de nuestra vida, y de ellas depende «la percepción de nosotros mismos, de los otros y del mundo». Por tanto, los consagrados tienen que aprender a habitar este nuevo ambiente cultural con el estilo que les caracteriza, para dar razón de su esperanza.

El presente artículo analiza las oportunidades y desafíos que la nueva cultura digital presenta al desarrollo del ser humano y, más específicamente, a la vida consagrada[1]. «Para muchas personas, la realidad corresponde a lo que los medios de comunicación definen como tal»[2]. En efecto, «la percepción de nosotros mismos, de los otros y del mundo dependen del influjo que tales tecnologías ejercen»[3].

Los medios de comunicación social han alcanzado tal importancia que para muchos son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación e inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales[4].

Sería ilusorio pensar que podemos ignorar las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), pues forman ya parte de nuestra vida diaria. Su omnipresencia y portabilidad hacen imposible el control de otros tiempos. No se trata, pues, de defendernos de ellas, sino más bien de aprender a usarlas en modo responsable, para que sean un factor de humanización.

El artículo empieza analizando algunas de las muchas posibilidades que ofrecen los nuevos Medios de Comunicación Social (MCS). Estos «maravillosos inventos de la técnica»[5] son «dones de Dios»[6] y la Iglesia «se sentiría culpable» si no los empleara[7]. Sin querer menoscabar esta visión positiva y esperanzadora, se presentan después algunos desafíos y riesgos que es preciso afrontar. A la luz de este análisis, en la segunda parte se ofrecen algunas pautas para que los consagrados puedan habitar responsablemente el nuevo ambiente digital con el estilo y la misión que les caracteriza.

  1. La era digital

El espacio digital ya ha sido acogido por unos tres mil millones de personas (un 40% de la población mundial)[8] como un ambiente propicio para expresar el anhelo humano de comunicarse para crear comunidad. Se está formando una nueva cultura, un nuevo modo de ser y de pensar. Es necesario aprender a vivir y a expresarse como cristianos y como consagrados en este nuevo ambiente cultural en el que todos estamos inmersos, lo cual implica el conocer sus lenguajes, dinámicas y símbolos.

«El cambio que hoy se ha producido en las comunicaciones supone, más que una simple revolución técnica, la completa transformación de aquello a través de lo cual la humanidad capta el mundo que le rodea y que la percepción verifica y expresa» (AN 4).

Pensamos que las TIC son simples medios a nuestra disposición, cuando en realidad nos están plasmando sin que nos demos cuenta, pues tienen la capacidad de pesar no sólo sobre los modos de pensar, sino también sobre los contenidos del pensamiento (AN 4) y sobre los mecanismos con los que construimos nuestra representación de la realidad. Dándonos representaciones ya hechas, los nuevos MCS condicionan nuestra percepción del mundo y nuestro horizonte simbó-lico[9]. Por tanto, se puede decir que, en la comunicación social, se está jugando la suerte del hombre.

«El papel que los medios de comunicación han adquirido en la sociedad debe considerarse como parte integrante de la cuestión antropológica, que se plantea como un desafío crucial del tercer milenio»[10].

1.1 Nuevas posibilidades

El ambiente digital responde a las necesidades de siempre, pero lo hace en un modo innovador. Las nuevas TIC potencian las posibilidades de acceso a la información y al conocimiento. La conectividad está aumentando exponencialmente, haciendo posible el relacionarse con cualquier persona del planeta y poniendo a nuestro alcance infinidad de recursos. Muchas actividades ordinarias, como compras, mensajes, llamadas se pueden realizar ya en línea. Estamos en una aldea global, como diría Mcluhan, donde cada ser humano es nuestro vecino de casa y donde es posible un contacto continuo con los más allegados.

«Las familias pueden permanecer en contacto aunque sus miembros estén muy lejos unos de otros; los estudiantes e investigadores tienen acceso más fácil e inmediato a documentos, fuentes y descubrimientos científicos, y pueden así trabajar en equipo desde diversos lugares; además, la naturaleza interactiva de los nuevos medios facilita formas más dinámicas de aprendizaje y de comunicación que contribuyen al progreso social»[11].

Las redes sociales son lugares antropológicos en los que se construye la propia identidad. El sujeto encuentra allí un espacio de «diálogo, intercambio, solidaridad y creación de relaciones positivas»[12], sin el lastre de los prejuicios o prevenciones que pudiera arrastrar del pasado[13]. En ese espacio digital puede instaurar nuevas amistades, reforzar las ya existentes y restablecer contactos casi olvidados.

1.1.1 Anhelo de conocer, compartir, estar en contacto

El moderno «giro hacia el yo»[14] ha reforzado en el sujeto la necesidad de reconocimiento, visibilidad y protagonismo, condiciones imprescindibles para que sus experiencias sean significativas. No se resigna a asumir nada en modo puramente pasivo. La comunicación horizontal e interactiva del ambiente digital refleja y refuerza esas necesidades del individuo contemporáneo. En las actividades en línea, los internautas muestran el anhelo de hacerse notar en cualquier evento que reporten, atestiguándolo con fotos y mensajes en tiempo real: «yo estaba allí».

El compartir para crear comunión y comunidad forma parte de nuestra más íntima naturaleza[15]: somos imago Dei, fruto del don y llamados a la donación. El ambiente digital ofrece nuevas oportunidades para poner en práctica esta verdad antropológica y para abrirnos a la trascendencia[16]. Necesitamos humanizar ese espacio, para que ese compartir pueda ser integrado armónicamente en la relación personal y contribuya a reforzarla.

1.1.2 Algunas formas de intercambio en red

Muchos internautas pasan buena parte de su tiempo comprar-tiendo en la red conocimientos, experiencias y contenidos sin pedir ni esperar ninguna recompensa inmediata. Se comparte de múltiples maneras: blogs, foros, colaboración en programas de código abierto (Linux, etc.), videos en YouTube, conocimientos en Wikipedia, contenidos de todo tipo en las redes sociales. En las redes con arquitectura peer to peer, que no dependen de un servidor central, todos los usuarios pueden acceder libremente a los contenidos que cada uno de ellos pone en su propio ordenador a disposición de los demás.

No se puede afirmar que esa conectividad e intercambio sean una manifestación nítida de la lógica del don. Normalmente se trata de contenidos reproducibles y, por tanto, el compartirlos no supone una pérdida material para el sujeto, aparte del tiempo empleado. De todas formas, esa generosidad favorece la relación, comunión y participación que son deseables en la sociedad globalizada (CV 42).

1.1.3 La fraternidad digital

En la formación de una comunidad humana son más importantes los significados compartidos que el mismo espacio físico en que se habita. El continuo proceso interactivo de interpretación y construcción de significados refuerza los lazos simbólicos y culturales que mantienen unida a la comunidad[17]. En este sentido, los MCS tienen hoy mucha importancia, pues ayudan a evocar, generar e intercambiar esos significados con los que se configura la visión de la realidad.

Además de potenciar el intercambio de significados, los medios digitales facilitan también el crear un foro público, con relaciones abiertas, horizontales, no condicionadas por el pasado de cada uno ni por otros prejuicios. La importancia de cada usuario no se basa ya en su estatus o papel social (joven-adulto, formador-estudiante) sino más bien en la credibilidad que sepa ganarse.

Las redes sociales se centran en las relaciones humanas, dentro de las cuales se produce el intercambio de contenidos e informaciones. Cada usuario comparte y participa activamente, sintiéndose parte de un entramado de relaciones. En esos intercambios comunicativos se encuentra la experiencia del testigo más que el tratado del pensador sistemático y lejano. Las relaciones son de tipo horizontal y los mensajes (post) son breves, directos, personales.

1.1.4 Un foro de diálogo y sensibilización social

La sociedad es fruto de la comunicación y, para ser democrática, necesita estar bien informada, de ahí la importancia social de la libertad de prensa y de la libertad de expresión. Muchos movimientos de concienciación y solidaridad frente a las catástrofes naturales o contra los abusos políticos han surgido o se han consolidado gracias a Internet y a las redes sociales, que han demostrado así su potencial como foro de diálogo y de sensibilización social.

Tradicionalmente se afirma que la prensa es el cuarto poder, expresión que empezó a usarse ya en el siglo XVIII[18]. Hoy se habla de una nueva ciudadanía, fuertemente influenciada por los medios digitales. Incluso se ha acuñado el término googlecracia, para aludir al influjo que ese buscador de Internet ejerce en la formación de las opiniones políticas[19]. Paradójicamente, los mismos medios digitales, que facilitan la participación directa, interactiva y democrática de los ciudadanos, son también instrumentos de control por parte de los poderes públicos y económicos[20].

 

 

1.2 Desafíos

El ambiente digital comporta también importantes desafíos. Algunos autores hablan de cambios psicológicos y socio-culturales que abren a nuevas formas de amistad y de relación, pero que también pueden desorientar y crear confusión. Entre los riesgos están «la pérdida de la interioridad, la superficialidad en vivir las relaciones, la huida hacia la emotividad, el prevalecer de la opinión más convincente respecto al deseo de verdad»[21]. A estos hay que añadir la tentación de identificarse con el propio perfil digital, «la tendencia a comunicar sólo algunas partes del propio mundo interior, el riesgo de construir una cierta imagen de sí mismo que suele llevar a la autocomplacencia»[22] y al culto a la personalidad.

La mayor dificultad reside en la lógica comercial y materialista de las multinacionales que controlan a los MCS[23]. No son grupos filantrópicos, sin ánimo de lucro; lo recuerda, por ejemplo, la publicidad que acompaña cualquier perfil en Facebook. Para ellos, la búsqueda del máximo beneficio tiene la precedencia sobre el servicio a la verdad. Más que servir a la audiencia, buscan inducir comportamientos y necesidades que respondan a los intereses políticos y comerciales del momento. Con este objetivo, los MCS proponen modelos de vida basados en el tener y en el prevalecer, convirtiéndose así en «megáfono del materialismo económico y del relativismo ético»[24]. Todo está en venta (salud, amistad, juventud, amor), pues lo que verdaderamente cuenta es la utilidad que se pueda recabar.

1.2.1 En-red-ados y desarraigados

La cultura mediática nos somete a un continuo sucederse de eventos que hacen difícil la percepción del tiempo y del espacio. En la aldea global todo está ante nuestros ojos, no sólo virtualmente sino también a nivel físico, gracias a los nuevos medios de transporte a alta velocidad.

La experiencia en red multiplica esa sensación de inmediatez. Fácilmente quedamos absortos, enredados en un sinfín de enlaces y reclamos que nos empujan a cambiar rápidamente de lugar y de tiempo, sin un objetivo preciso ni una secuencia determinada. Todo parece interesante, un eterno presente que no logramos integrar con una finalidad bien definida. Aparentemente el sujeto tiene ante sí muchas opciones para elegir, pero con frecuencia carece de criterios para tomar una decisión ponderada. Puede hacer todo, pero concretamente no sabe qué hacer.

Augé afirma que estamos en la cultura del exceso (sobremodernidad), que promueve los no-lugares (centros comerciales, transportes) en los que millones de personas corren y se afanan sin encontrarse; los prefieren a los lugares tradicionales (iglesia, casa), pero no los habitan[25]. Los no-lugares son espacios homogéneos, funcionales, donde prevale la mediación no humana (pantallas, tecnología), pensados para individuos anónimos, físicamente presentes, pero ausentes. En esos no-lugares sólo cuenta el presente frenético. También Internet está absorbiendo los lugares físicos tradicionales: comunidad, parroquia, familia. «Nos vemos en Facebook», decimos, mientras físicamente quedamos encerrados en nuestro pequeño habitáculo.

Crece la conectividad pero disminuye el sentido cívico y el capital social[26], es decir se debilita ese «conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil» (CV 32). La sociedad tecnológica y globalizada, por sí misma, «nos hace más cercanos, pero no más hermanos» (CV 19). Con frecuencia, la comunicación se reduce a flujo de datos, las relaciones a simples contactos. Se llega así a confundir la conexión con la comunión, el grupo con la comunidad, el pasar informaciones con la amistad, la verdad con la opinión. Riesman habla de una «muchedumbre solitaria» para referirse a individuos inseguros, consumistas y ansiosos, que buscan refugio emocional en el ámbito íntimo, se desentiende de la vida pública y se dejan teledirigir por los MCS[27].

1.2.2 Más conectados pero más solos

Los mismos MCS que hacen posible un sin fin de relaciones pueden también encerrarnos en nuestra habitación, aislándonos «de nuestro prójimo, de las personas que tenemos al lado»[28]. En efecto, la técnica facilita la conexión, pero no la relación, que no es una dimensión técnica, sino antropológica. El número de llamadas o de mensajes recibidos no garantizan una vida social plena. Un estudio realizado por Brashears llega a la conclusión que, entre los años 1985 y 2000 el número de amigos íntimos por persona ha descendido de tres a dos[29].

En nuestra sociedad competitiva e individualista se tiende a confundir la dimensión técnica con la antropológica; el saber con la resolución de problemas; la conexión rápida con el conocimiento seguro; el ver con el conocer. En consecuencia, no se va más allá de la apariencia, perdiéndose la admiración ante el misterio del tú y haciendo difícil el encuentro sereno y afectuoso. Más que comunicar se busca interesar, llamar la atención. Así el anhelo innato de comunión degenera en amistades superficiales (light) y en relaciones competitivas, lo cual se manifiesta hasta en detalles triviales, como el rivalizar por tener más amigos o más «me gusta» en Facebook. La ilusión de estar acompañados por muchos amigos en línea puede esconder una preocupante incapacidad de cultivar relaciones familiares y amistades profundas en el mundo físico. Muchos contactos se quedan en relaciones inmaduras, instrumentales, hedonistas.

La red favorece el contacto pero no impide el aislamiento[30]. Entre miles de amigos virtuales podemos sentirnos insignificantes, uno más entre tantos otros. Aprovechando nuestro temor a la soledad, la industria cultural nos ofrece una nueva mercancía: relaciones en línea que no comprometen y que fácilmente se abandonan con un simple «clic». Intenta así engatusarnos con un sucedáneo de vida social, una mera suma de soledades, mientras recopila nuestros datos para vendernos más eficazmente servicios y productos. En lugar de ayudar a afrontar pacientemente el reto de la diversidad y el exigente encuentro cara a cara, la sociedad consumista nos invita a coleccionar contactos, confundiendo la popularidad con la amistad.

1.2.3 Simulacro y narcisismo

Las redes sociales pueden ser usadas como vitrinas donde exponerse, algo que Bauman define extimidad (extimacy), es decir el proyectar la intimidad (intimacy) en los muros digitales[31]. El sujeto busca ser el centro de atención, pero él mismo no le otorga ese privilegio a nadie. Esta especie de narcisismo le lleva a confundirse con el perfil público que él mismo se ha construido. La autoestima y la propia identidad quedan así a merced de las reacciones emotivas que esa imagen idealizada provoque en los demás.

Obsesionado con el reflejo de sí mismo en el espejo de los otros, el sujeto no llega nunca a descubrir ni su propia identidad ni la ajena. Algunas redes, como Second Life, promueven explícitamente la creación de otra identidad (avatar) para poder interactuar libremente en un espacio digital paralelo y autónomo. Sin embargo, nunca se podrá entrar en comunión con fantasmas. Alguien ha descrito el infierno como la absoluta soledad de quien sólo encuentra máscaras, sin nada detrás[32].

Resulta fácil presentarse online con diversas identidades, fingiendo ser una persona distinta, eligiendo en cada momento el estatus social, la edad, el género y la historia personal que más convenga[33]. No sólo los niños se fingen adultos, también muchos adultos actúan en la red como adolescentes inmaduros, ávidos de nuevas aventuras y experiencias. Cobianchi habla del síndrome de Hugh Grant para referirse a adultos de más de cuarenta años que se comportan en la red como adolescentes irresponsables, obsesionados por la diversión insustancial, incapaces de mantener sus compromisos y de establecer relaciones estables[34].

Incluso en el ámbito religioso, hay personas que participan en retiros o pasan jornadas en monasterios no tanto para abrirse al Dios trascendente y revisar sus relaciones con el prójimo, sino más bien para relajarse, serenarse y volver a lo de siempre «con las pilas carga-das». En lugar de intentar reconciliarse y re-legarse (religión) al Otro y a los otros, esas personas siguen buscándose a sí mismas, persiguiendo gratificaciones inmediatas, auto-referenciales.

1.2.4 Hiper-conectados e hiper-acelerados

Las nuevas tecnologías hacen posible el estar siempre conecta-dos (always on), consultando el celular en todo momento: al levantarse, en el baño, en el trabajo, en la oración… como si fuera una prótesis imprescindible, vital. Se diría que el responder inmediatamente es una exigencia perentoria, sin posibles excusas.

Lind Stone habla de una «continua atención parcial»[35], que permite estar presente en distintos ambientes, simultáneamente, pero que no favorece la reflexión ni el encuentro sereno con los demás. El sujeto habla por Skype, mientras escribe en Word y busca en Google, mostrando así que el otro no es el centro de su atención[36]. También las conversaciones cara a cara se interrumpen con frecuencia para poder atender a llamadas o mensajes, algo que pocos decenios atrás habrían sido vistos como una grave descortesía[37].

La realización simultánea de diversas tareas (multitasking), el salto continuo de un entorno al otro y la velocidad con que el sujeto recibe y envía informaciones pueden llevarle a la confusión[38]. Algu-nos autores hablan de «info-obesidad», «híper-nutrición semiótica» (H. Eco), «bulimia de la comunicación»[39]. Ya el filósofo griego Talete de Mileto (s. VII-VI a.C.) afirmaba que «muchas palabras no son nunca un indicio de mucha sabiduría»[40]; igualmente, Séneca reaccionaba irónicamente ante las innumerables sentencias que le proponía Lucilio: «¿Necesito saber todo eso?»[41].

Además de híper-conectados, muchos usuarios parecen también híper-acelerados: saltan velozmente de un sito al otro, de un programa TV al otro, buscando siempre nuevos estímulos, sin poder concentrarse ni ser capaces de una serena contemplación. Para compensar su incapacidad de introspección y su decreciente nivel de saturación, necesitan un continuo fluir de reclamos, cada vez más insistentes e incisivos[42]. Nunca tienen tiempo para la reflexión tranquila y sosegada.

Respondiendo a esta híper-aceleración, que de alguna manera todos sufrimos, los artículos periodísticos se hacen cada vez más breves, sin espacio para el análisis sereno y profundo, que va quedando relegado a algunas revistas especializadas. En la mayoría de las publicaciones periódicas priva la noticia breve, concisa y chocante; en Internet bastan unas líneas; en televisión, se cambia rápidamente de plano. Leer «de principio a fin» un libro parece una pérdida inútil de tiempo: mejor ir rápidamente a los pasajes más interesantes. Un estudio realizado en el año 2008 llegó a la conclusión de que los nativos digitales (o mobile-born) acostumbran a leer los libros saltando de un lado a otro y pasando por encima de lo que no les interesa. Otro estudio del 2006 mostró que los internautas leen las páginas web en forma de «F»: dos o tres líneas del inicio, media línea de la mitad y luego una rápida ojeada hacia abajo siguiendo el margen izquierdo[43].

1.2.5 Superficialidad despersonalizante

El continuo fluir de reclamos y la falta de reflexión nos está abocando a la superficialidad. Las redes sociales, por ejemplo, promueven reacciones simples y emotivas («me gusta»), con respuestas rápidas, casi instintivas, a cualquier impulso o mensaje. Un estudio, realizado el año 2012 entre 700,000 usuarios de Facebook, puso en evidencia ese contagio emocional, poco reflexivo[44].

La comunicación instantánea no deja tiempo para elaborar interiormente la experiencia ni para asimilarla en modo reflexivo. Con frecuencia, el internauta comparte enseguida lo que apenas ha recibido, sin darse un tiempo para interiorizarlo, pues cualquier dilación generaría una cierta angustia o aprehensión. La inmediatez de la respuesta puede ser muy útil para quien necesita encontrar soluciones a problemas urgentes, pero puede también manifestar la irresponsabilidad de quien juega a decir lo primero que le viene en mente. «Nuestra sociedad -afirma Luis Arroyo- es víctima de un «déficit de atención». Hace quince años teníamos un día para pensar las cosas. Ahora no tenemos ni un par de horas»[45].

«La velocidad con la que se suceden las informaciones supera nuestra capacidad de reflexión y de juicio, y no permite una expresión mesurada y correcta de uno mismo»[46]. Lacroix afirma que el nativo digital se pierde en un sucederse de emociones y experiencias inconexas, fuertes, pero insignificantes, no elaboradas. Consume «emociones choque», pero es incapaz de contemplar, de trascenderse y de cultivar sentimientos. Se emociona, pero no siente[47].

Cuando falta una adecuada interiorización de las vivencias, resulta difícil el armonizar las diversas dimensiones del propio ser e integrar en el presente las experiencias del pasado con los proyectos y expectativas del futuro. Se vive la propia identidad en modo fragmentario y se es incapaz de articular la propia historia en modo coherente. Falta unidad, continuidad e itinerario de sentido.

  1.  EL ESTILO DEL CONSAGRADO EN EL ÁMBITO DIGITAL

La vida religiosa tiene como objetivo el conformarse a Cristo, bajo la acción del Espíritu, para tener sus mismos sentimientos[48] y tiene que «responder a las exigencias del momento sin alejarse de la inspiración inicial» (VC 37). En un mundo propenso al desencanto, donde todo parece provisorio y relativo, el religioso intenta construir su identidad de consagrado asumiendo libre y gozosamente la lógica de la gratuidad, formándose al discernimiento y desarrollando su capacidad de establecer relaciones fraternas.

2.1 Espacio que habitar

El ámbito digital es ya un ambiente de vida para buena parte de la humanidad y, por tanto, no puede dejarnos indiferentes. Se trata de un espacio antropológicamente cualificado, en el que estamos inmersos y del que dependemos, para bien y para mal[49]. Por tanto, necesitamos habitarlo con responsabilidad, es decir necesitamos llenarlo de sentido y significado, creando en él lazos de amistad y comunión. Se trata, en definitiva, de construir juntos un espacio acogedor, bien organizado, donde se compartan valores e ideales, objetivos y esperanzas, sintiéndonos compañeros de camino de toda la humanidad. Más que barreras necesitamos ideales y valores que orienten nuestro caminar, tanto en el mundo físico como en el digital.

Los consagrados tienen que insertarse en la nueva cultura mediática para humanizarla, sin renunciar a la propia identidad y adquiriendo «un serio conocimiento del lenguaje propio de estos medios» (VC 99). Su presencia en el ambiente digital debe mostrar que en Cristo se encuentra la respuesta última al deseo humano de sentido, de afecto y de relaciones auténticas. La vida consagrada, en efecto, es una continua búsqueda de Dios, un perenne anhelo de encontrarlo (quaerere Deum). En esa búsqueda, Dios tiene la iniciativa: Él mismo se hace el encontradizo, se muestra e indica el camino[50].

2.1.1 El acceso a la red en las comunidades religiosas

Las nuevas tecnologías de la información, como tantos otros adelantos técnicos a lo largo de la historia, han provocado reacciones contrapuestas, que van desde posiciones de rechazo hasta el extremo contrario de su aceptación acrítica y entusiasta. En el campo formativo se discute sobre la conveniencia de usarlas libremente o regular su uso, especialmente cuando se trata de niños y jóvenes. Esta misma cuestión se plantea en la vida religiosa.

Las comunidades religiosas mantienen posiciones discordantes sobre cómo regular el uso de los medios digitales, sobre todo en las etapas de formación. Algunos formadores prefieren que los formandos los eviten, porque consideran que esos medios dificultan el discernimiento y hacen más difícil la atención a lo realmente importante. Otros formadores, sin embargo, no ponen ningún obstáculo a su uso indiscriminado. Entre estas dos posturas extremas, hay una gran variedad de posiciones, por ejemplo el permitir su uso sólo el fin de semana o durante algunas horas al día. Normalmente, no se suele poner objeciones al uso del email, aunque en algunos casos los formandos disponen de una única cuenta de correo, común para todos. Además, algunas comunidades permiten consultarlo sólo desde algún ordenador situado en una sala de uso común.

No hay soluciones hechas, prontas al uso. Cada comunidad formativa deberá tomar las decisiones que sintonicen mejor con el proyecto personal y comunitario. Lo importante es que sean asumidas, no impuestas. Una preocupación excesiva por el control puede ser signo de inseguridad y desconfianza acerca de la opción vocacional. El papel del formador no consiste en parar la historia, sino en ayudar a que los formandos desarrollen la capacidad de afrontar los desafíos del mundo en que viven, siendo coherentes con el propio proyecto de vida[51].

2.1.2 El sacerdote y la parroquia en la era digital

Con el progresivo afianzamiento de la cultura digital, se ha diversificado el modo de entender la identidad del sacerdote[52] y la del cristiano; ha cambiado también el modelo predominante de Iglesia[53]. En un contexto social en el que Internet y las redes sociales impulsan un tipo de comunicación horizontal e interactiva, la gente espera una «cercanía real y cordial»[54], que lleva a compartir «los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren» (GS 1). El sacerdote, con su presencia y cercanía dará testimonio de «la solicitud amorosa de Dios en Cristo por nosotros»[55]. De hecho, hay dos cosas que la gente no perdona: «un sacerdote apegado al dinero y un sacerdote que maltrata a la gente»[56].

En la actual sociedad mediática, el sacerdote necesita formarse en la comprensión y el uso de los nuevos medios digitales, para poder orientar adecuadamente a los feligreses[57], sin olvidar nunca que

«la fecundidad del ministerio sacerdotal deriva sobre todo de Cristo, al que encontramos y escuchamos en la oración; al que anunciamos con la predicación y el testimonio de la vida; al que conocemos, amamos y celebramos en los sacramentos»[58].

El anhelo de comunidad que se manifiesta en las redes sociales debe encontrar también una respuesta en la parroquia. Los fieles bus-can en ella un espacio humano antes que geográfico, en el que poder encontrar juntos respuestas creativas a los desafíos personales y comunitarios. Allí se acude no sólo para recibir enseñanzas sino, sobre todo, para compartir la propia vida. El párroco ayudará a que «todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del evangelio» (EG 114).

2.2 Formarse para ser libres en un ambiente mediatizado

El influjo de las TIC debe ser canalizado con una buena formación, que es indispensable tanto para los formadores como para quienes han nacido ya inmersos en el mundo digital. Esa formación exige silencio, escucha, interiorización.

No basta con una formación técnica, que amontona conocimientos; se necesita formarse a la vida, es decir crecer humanamente en el mundo mediatizado, sabiendo integrar serenamente el binomio físico/digital y gestionando responsablemente el tiempo en línea. Necesitamos humanizar el mundo digital y usarlo con sabiduría, filtrando y descodificando lo que nos ofrece, comprendiendo el tipo de cultura y el estilo de vida que representa[59].

Esa tarea formativa, lenta y paciente, deberá integrar la mayéutica con la hermenéutica. Con la mayéutica se ayuda a que cada uno dé a luz la verdad que ya tiene dentro, llegando a articular autónomamente sus propias conclusiones y significados. Con la hermenéutica, el formador acompaña al formando en el proceso de interpretar adecuadamente cuanto le sucede, dándole criterios de lectura, despertando ideales y motivaciones, en modo tal que pueda captar la íntima unidad y continuidad de su vida en cuanto historia de salvación. La vida comunitaria, enriquecedora y exigente, ayuda a percibir esa unidad de sentido, superando la percepción fragmentada e individualista de las propias vivencias.

Se deberá estar atentos también a las posibles formas de dependencia de Internet[60], favorecidas por la fácil accesibilidad a cualquier tipo de servicio y por la gratificación y excitación que los muchos estímulos provocan. Se puede caer también en una cierta ilusión de omnipotencia, como si todo se pudiera conseguir con un simple clic, haciendo más difícil el afrontar las dificultades y los posibles fracasos de la vida ordinaria.

2.2.1 Superar la dependencia del «me gusta»

Las redes sociales pueden favorecer que los usuarios presentan sólo un simulacro de sí mismos e intenten incrementar ansiosamente el número de asentimientos («me gusta») a todo lo que publican. También en el mundo físico se puede ser demasiado dependiente de halagos y lisonjas. En la actual sociedad líquida (Bauman), muchos individuos carecen de un proyecto personal al que sacrificar tiempo y energías. Se rigen más bien por deseos, pulsiones y emociones, que duran poco y que deben ser satisfechos inmediatamente. Viven en un eterno presente, sin raíces ni esperanzas. Sus relaciones son atemporales y desligadas de un espacio concreto. Esa falta de tiempo y de espacio se traduce en velocidad, frenesí, ambigüedad, incertidumbre.

Para afrontar estos riesgos, el formando deberá aprender a brillar con luz propia y a valorizarse en modo crítico y realista[61], incluso cuando no obtiene satisfacciones o no es suficientemente popular[62]. Se trata de vivir los anhelos dentro del límite, integrando la debilidad y el posible fracaso (VC 63), dominando las propias pulsiones y superando la dependencia de la gratificación inmediata.

Con frecuencia, hoy se invita a dejarse llevar por los propios impulsos, se valoriza el obtener todo, inmediatamente y sin esfuerzo, al tiempo que se premia sólo a los vencedores. En un famoso experimento (Marshmallow test), realizado en Stanford, en la década de 1960, se analizaba la capacidad de autocontrol que tenían algunos niños de entre cuatro a seis años. Cada uno de ellos quedaba a solas delante de un delicioso pastel, con la promesa de que, si aguantaba veinte minutos sin comérselo, le darían otro más o cualquier otra golosina. Uno de cada tres niños lograba superar la prueba. Cuarenta años más tarde, aquellos niños, ya adultos, que habían logrado vencer la gratificación inmediata, tenían mejores resultados académicos y un mayor éxito social[63].

La formación del consagrado deberá ayudarle a establecer relaciones interpersonales maduras, capaces de traducir en términos actuales la dimensión ascética que siempre ha caracterizado la vida cristiana. La libertad no es posible sin una cierta disciplina que permita custodiar el corazón y la vista, vigilar las emociones y los sentimientos, mantener un ritmo sereno en la gestión del tiempo (comer, dormir, oración, estudio), dedicar tiempo a la reflexión y al silencio meditativo. La capacidad de auto-control y la formación de una conciencia crítica, autónoma y responsable son hoy imprescindibles para poder aprovechar las enormes potencialidades de los nuevos MCS sin ser víctimas de sus efectos negativos.

2.2.2 De la información sobre sí mismo a la narración

La fragmentariedad de la sociedad actual dificulta el tener un sentido unitario de la propia vida y el poder leerla como historia de salvación. Resulta también difícil el mantener compromisos duraderos y el asumir un camino vocacional para toda la vida. No faltan quienes abandonan la vida religiosa o sacerdotal sin los temores de antaño[64], considerando su decisión como el inicio normal de una nueva etapa. Hasta se diría que, más o menos conscientemente, se habían reservado ya diversas opciones de salida, por si acaso[65].

También la comunicación digital es fragmentaria, poco estructurada, más próxima al lenguaje coloquial que a la argumentación discursiva. En las redes sociales, la comunicación suele ser narrativamente incoherente, pues se reduce a yuxtaponer contenidos evocativos, reclamos e imágenes, sin llegar a formar un discurso lógico bien articulado. Cada usuario habla de sí mismo y de su propia experiencia en modo emotivo, saltando de un acontecimiento al otro, sin llegar a articular una verdadera narración. Todo parece un bazar afectivo, un mosaico de experiencias sin una clara secuencia lógica, sin sentido ni dirección.

Se necesita superar esa fragmentariedad para recuperar la capacidad de narrar la propia historia, dando sentido a las propias experiencias, al sucederse de acontecimientos, al devenir personal, forman-do así una narración polifónica, en lugar de una fragmentada información sobre sí mismo[66]. Se podrá así canalizar adecuadamente el ideal de autenticidad, que está a la base de la cultura contemporánea y que genera imperativos morales interiorizados, convirtiendo al individuo en un ser más autónomo, sociable y responsable[67].

2.2.3 Lo específico de la formación en la vida consagrada

La vida comunitaria y el diálogo constante con el formador son fundamentales para que el candidato vaya conociendo e integrando sus cualidades y límites, a la vez que desarrolla su capacidad de reflexión y de silencio, para poder establecer relaciones serenas consigo mismo y con cuantos le rodean.

El dilema formativo de los religiosos no consiste en discernir si usar o no usar las TIC, sino más bien en conseguir el deseable equilibrio vital, también en el ámbito digital. Para ello, cada formando debe identificar los criterios y motivaciones que le impulsan a hacer un uso más o menos intenso de las TIC y, en base a ese discernimiento, decidir el tipo de uso que sea más coherente con su proyecto de vida. Ciertamente, el consagrado deberá evitar la obsesión por adquirir el último y más costoso producto del mercado.

El uso sapiente y equilibrado del ámbito digital puede exigir el ayuno, la disciplina y la renuncia, como medios para crecer en los valores e ideales que se han asumido en el proyecto personal y comunitario, es decir para que ese uso sea expresión de libertad y de madurez[68]. Las posibles renuncias nunca deberían ser vividas como una mortificación sin sentido, que en lugar de esperanza alimente la frustración.

La formación permanente de los formadores es también imprescindible, dado el ritmo frenético con que surgen los nuevos desafíos. Ante todo, se necesita desarrollar la escucha, la apertura crítica y positiva ante lo nuevo, la competencia y la sana curiosidad sobre el porqué de los avances.

2.3 Cultivar una interioridad madura, activa y receptiva

Acostumbrados a una comunicación instantánea, no es raro que el sujeto experimente una cierta ansiedad cuando no recibe una respuesta inmediata, sobre todo si los mensajes son de tipo afectivo. La tecnología favorece esta inquietud, pues garantiza un envío cada vez más seguro e instantáneo y, además, avisa cuando el destinatario lee el mensaje. Esa ansiedad, que Castells denomina «fiebre del celular»[69], se manifiesta de muchas otras maneras, por ejemplo cuando en Facebook no se consiguen suficientes «me gusta» o no aumenta el número de amigos.

Para afrontar estos y otros muchos desafíos, el sujeto necesita desarrollar una interioridad madura, activa y receptiva, capaz de afrontar el límite, la ausencia de respuestas y la ambigüedad.

2.3.1 El silencio y «la soledad sonora»

Hoy recibimos muchas respuestas ya hechas, pero no sabemos cómo formular las preguntas fundamentales, aquellas que expresan la búsqueda de sentido. Interactuamos, compartimos materiales e ideas, pero nos cuesta interiorizar. Baricco habla de una mutación de la cultura occidental, provocada por los «nuevos bárbaros», que prefieren la superficie a la profundidad, la velocidad a la reflexión, la secuencia al análisis, la multitarea a la especialización[70].

Ante la multitud de estímulos y el diluvio de informaciones en que estamos inmersos[71], necesitamos aprender a habitar el silencio y la oscuridad, no para caer en el vacío, sino para reflexionar, discernir, meditar, saborear el ritmo dulce y lento de la vida. San Juan de la Cruz habla de «la música callada, la soledad sonora»[72].

El «silencio relacional» no es vacío ni repliegue autista, sino escucha de sí mismo, del Otro y de los otros. Esa interiorización nos prepara al encuentro sereno y enriquecedor. De ahí el valor de la Noche oscura para la vida espiritual, en la que se experimenta el silencio de Dios. También la liturgia exige el silencio para hacer espacio a la verdad simbólica. Esos momentos de silencio suspenden la palabra, pero no la escucha, evitando así la verbosidad y la tentación del dominio[73].

Palabra y silencio deben equilibrarse[74]. En este sentido, Gregorio Magno afirmaba:

«El pastor debe ser discreto en el silencio y útil al hablar, a fin de que no diga lo que debe callar, ni calle lo que debe decir. Pues así como hablar incautamente conduce al error, así también un silencio indiscreto deja en el error a quienes podían ser instruidos»[75].

El silencio permite elaborar el pensamiento y articular la palabra. Sin él, la palabra es charlatanería y corremos el riesgo de agotarnos en lo irrelevante, de imitar sin saber por qué, de estar muy enterados sin conocer casi nada.

2.3.2 El retiro y la clausura

La vida religiosa ha dado siempre mucha importancia al retiro y a la clausura, que no son aislamiento ni huida de la relación, sino más bien espacio de encuentro y de escucha. Por eso, Francisco de Asís corrigió al fraile taciturno que, bajo la apariencia de santidad, escondía una gran cerrazón interior hacia el Otro y hacia los otros, hasta el punto de que no se relacionaba con los demás frailes y era incapaz de acercarse al sacramento de la reconciliación[76].

Las comunidades religiosas tienen que revisar periódicamente el espacio que dedican a la clausura, es decir la parte de la casa religiosa «reservada exclusivamente» a sus miembros[77]. Al momento de hacer ese discernimiento, se debería tener presente que, con los nuevos medios electrónicos, la clausura física no garantiza el estar solos, pues todo el mundo puede hacerse presente, virtualmente, en la pequeña celda del religioso. ¿Cómo vivir hoy esos valores de siempre?

El tiempo que sigue al rezo de completas siempre ha sido considerado como especialmente propicio para el encuentro con Dios y consigo mismo en el silencio, pues la oscuridad de la noche invita al recogimiento y también puede hacer sentir más la soledad. En vez de llenarlo con la cercanía física de otras personas, el consagrado es invitado a encontrarse con Dios, evitando distracciones.

En esos y en otros momentos de la jornada, el consagrado deberá encontrar un sentido al ayuno, aplicado también a la tecnología. La mediación tecnológica no es siempre necesaria y, en ocasiones, puede dificultar la escucha, la intimidad y el encuentro directo con Dios[78]. No se trata de renunciar a las TIC, sino de saber usarlas con discreción y sentido[79]. Hoy como ayer sigue siendo fundamental la relación directa con el absoluto y eso no lo puede garantizar ninguna mediación digital, que en ocasiones puede incluso distraer o ser un contra-signo.

2.4 Evangelizar y relacionarse en la era digital

La vida religiosa en comunidad implica el hacer juntos un camino, cultivando las relaciones humanas auténticas. Esa vida fraterna es su característica más atractiva. El religioso, por tanto, debe ser un experto en relaciones humanas, con un estilo relacional propio del virgen. Su presencia en las redes sociales testimoniará ese estilo peculiar de entrar en relación, compartiendo testimonios en vez de imponer significados.

El consagrado testimonia la importancia de la fraternidad, la belleza del encuentro sereno y afectuoso. Hoy, dice Papa Francisco, «sentimos el desafío de descubrir y transmitir la mística de vivir juntos» (EG 87), pues nada material o formal «puede asegurar lo más esencial que el hombre afligido -cualquier ser humano- necesita: una entrañable atención personal»[80]. En efecto, ningún aparato tecnológico puede superar el poder de un abrazo.

El uso de las TIC debe favorecer el diálogo y el encuentro fraterno, es decir debe orientarse a construir una red de hermanos. «Es importante recordar siempre que el contacto virtual no puede y no debe sustituir el contacto humano directo, en todos los aspectos de nuestra vida»[81], pues las relaciones significativas no son posibles sin el contacto personal[82]. En ese encuentro, el religioso ayudará a que cada uno sea capaz de leer la propia vida como historia de salvación, encontrándole sentido y dirección.

2.4.1 Un estilo propio de habitar las redes

La vida cristiana y la vida religiosa comienza siempre «con una experiencia»[83], un encuentro, que cada uno tiene que revivir y testimoniar (EG 178). Cualquier tipo de relación que el religioso establezca tiene que testimoniar esa experiencia y servir de reclamo para que otros se sientan movidos a acogerla, es decir las relaciones del religioso tienen que tener a Dios como fuente y destino. El consagrado es un «icono comunicativo», un ser en relación, en continua salida de sí mismo para encontrar al Otro, a los otros y a lo otro.

En esto no hay espacios neutros. El religioso no puede ocultar la propia identidad para «entretenerse» o para huir de la soledad jugando con los sentimientos de otras personas. Por tanto, el encuentro yo-tú del consagrado debe ser siempre triangular, con Dios en el vértice superior o, mejor aún, con Dios en el centro de cualquier intercambio comunicativo.

El consagrado está llamado a transmitir la experiencia calurosa del amor divino, pero debe hacerlo con un estilo propio, manteniendo un cierto pudor psicológico y emocional, para que todos miren hacia el horizonte que les señala, en lugar de convertirse él mismo en el centro de atención. En la relación cara a cara ese estilo se traduce en una cierta moderación y prudencia ante ciertas manifestaciones físicas. También en el ámbito digital el religioso será discreto y prudente al manifestar emociones y sentimientos; evitará el ansia por la respuesta inmediata y no buscará ansiosamente el incrementar el número de amigos y de asentimientos. En uno y otro ámbito (físico/digital) el religioso no se desanimará ante la falta de resultados, pues su fe le asegura que la misión es, ante todo, una obra del Espíritu Santo[84].

La red es una vía de escape para muchas personas inmaduras, que disfrazan sus carencias afectivas y relacionales con la híper-conectividad y que fácilmente se apegan al primero que les preste atención. El consagrado estará atento a no alimentar ese apego enfermizo de otros internautas hacia su persona[85]. Se trata de conducir al otro a Jesús, no de quedárselo para sí.

2.4.2 Testigos en primera persona

Dios no se conforma con estar «virtualmente» cercano a la humanidad. En el misterio de la Encarnación, el Verbo asume nuestra naturaleza y se hace «Dios-con-nosotros» (Mt 1,23). Resulta significativo que Jesús, el perfecto comunicador, pase treinta años de vida escondida y que haya escogido para su ministerio público una época histórica en la que no había medios de comunicación de masa. Además, recurre con frecuencia al secreto mesiánico y no deja nada por escrito de su puño y letra. Muestra así la importancia del testimonio vivo, personal, en el contexto de la comunidad; manifiesta además su confianza en quienes serán sus testigos, a la vez que privilegia la  comunicación personal e íntima.

La gente tiene sed de autenticidad y «exige a los evangelizadores que le hablen de un Dios a quien ellos conocen y tratan familiarmen­te como si lo estuvieran viendo» (EN 76). En efecto, el anuncio cristiano lo realiza sobre todo el testigo, aquél que es signo viviente de lo que proclama, pues la fe tiene que ser encarnada, vivida en comunidad, y transmitida en modo personalizado.

El ámbito digital facilita esa comunicación en primera persona y refuerza la importancia del testimonio para dar razón de las propias opciones y preferencias. Por tanto, la presencia del religioso no será para «vender» información interesante ni de hacer propaganda ideológica. Tampoco basta con una fría transmisión de contenidos religiosos (propaganda). En un contexto de comunicación horizontal e interactiva, evangelizar significa «entrar en contacto»[86], descubrir juntos los Semina Verbi ya presentes en todos y, al mismo tiempo, compartir aquella experiencia de fe que ha transformado la vida del que anuncia.

Aprovechando la interactividad del medio, se estará abierto a la escucha, al compartir ideas y experiencias, evitando cualquier atisbo narcisista.

[Toda la iglesia debe aprender] «Al ser interactiva, no anclada en una comunicación piramidal que es extraña a la cultura de nuestro tiempo. Es necesario superar una comunicación meramente unidireccional, sin posibilidad de diálogo y de intercambio, que da la impresión de rigidez y auto-referencialidad»[87].

En el nuevo areópago digital los religiosos tienen que hacerse presentes, cordialmente, recuperando un tono directo, cálido y afectuoso, abierto a la escucha y al mutuo enriquecimiento. La acción evangelizadora es un proceso interactivo, dinámico. «Tenemos que dejar que los demás nos evangelicen constantemente» y, al mismo tiempo, «somos llamados a ofrecer a los demás el testimonio explícito del amor salvífico del Señor» (EG 121). «Un predicador es un con­templativo de la Palabra y también un contem­plativo del pueblo» (EG 154).

2.4.3 «La belleza que enamora»

La tecnología digital usa sólo dos elementos (1 y 0), englobados en el término «bit», para representar imágenes, sonidos, palabras, experiencias… es decir toda la riqueza de variables que encontramos en el mundo físico. De este modo, puede hacernos creer que nada es único e irrepetible. Además, quienes controlan los MCS intentan sacar provecho económico, reduciendo todo a mercancía de compra-venta. Se puede así perder la admiración ante la belleza de la interioridad humana y dejar de percibir la dimensión sacramental del mundo sensible. Cuando eso ocurre, las relaciones se subordinan al consumismo, abriendo el camino a la mera apariencia, al simulacro, al exhibicionismo.

Los religiosos están llamados a ser testigos de «la belleza que enamora», a descubrirla en Dios y, en esa hermosura divina, a percibir la verdadera entidad de todo lo existente; es decir, a ser artífices y descubridores de una belleza que va más allá de la armonía de las formas. La verdadera belleza hace salir al ser humano de sí mismo, «lo despierta y le vuelve a abrir los ojos del corazón y de la mente, dándole alas»[88] y abriéndole al encuentro gozoso con el Otro y con los otros. Francisco la descubre en el leproso y en el rostro magullado del Cristo crucificado. Sí, «la belleza salvará al mundo»[89], como afirma el personaje de Dostoievski.

CONCLUSIÓN

Los consagrados están llamados a habitar el nuevo ambiente digital en modo evangélico y creativo, para dar razón de la propia esperanza. Esto supone un sano discernimiento sobre el uso de las TIC y un buen conocimiento de sus implicaciones antropológicas y culturales.

En la actual sociedad tecnológica y consumista, los consagrados tienen que seguir preguntándose cómo vivir en simplicidad, sin caer en los continuos reclamos publicitarios, y dando prioridad a la relación sobre la conectividad. Más que insistir en peligros y prevenciones, deberán potenciar las propias competencias y habilidades para afrontar cualquier desafío a la luz del ideal que les mueve. Como en el mito de Ulises, también hoy es necesario evitar que los cantos de sirena del ambiente digital nos entre-tengan de tal modo que perdamos de vista el horizonte de sentido que orienta nuestro caminar. Esto implica el no dejar «volar el tiempo» de conexión, sin medida ni control, el vigilar las motivaciones que nos llevan a establecer y mantener nuestras relaciones virtuales, el discernir cómo encuadrar todo en el proyecto de vida personal.

Las tecnologías actuales pueden llevarnos a establecer relaciones narcisistas y a buscar ansiosamente la evasión inconsistente, pero también, si usadas «con sabiduría, pueden contribuir a satisfacer el deseo de sentido, de verdad y de unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano»[90].


[1] El autor ha publicado en lengua inglesa la versión original de este artículo, mucho más reducida, en la revista Studia Moralia 53/2 (2015).

[2] Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Instrucción pastoral Aetatis Novae, [=AN], 22-02-1992, n. 4, en Acta Apostolicae Sedis, [=AAS], 84 (1992), p. 447-468.

[3] Instrumentum Laboris de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, 2012, n. 60, LEV, Città del Vaticano 2012; Conferencia Episcopal Italiana, Educare alla vita buona del Vangelo. Orientamenti pastorali dell’Episcopato italiano per il decennio 2010-2020, n. 51, Elle Di Ci, Leumann 2011.

[4] Juan Pablo II, Carta encíclica Redemptoris misio, 7-12-1990, [=RM], n. 37, en AAS 83 (1991), p. 249-340.

[5]     Concilio Vaticano II, Decreto Inter mirifica, 4-12-1963, n. 1, en AAS 56 (1964), p. 145-157.

[6]     Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, Instrucción pastoral Communio et Progressio, 23-05-1971, n. 2, en AAS 63 (1971), p. 593-656.

[7]     Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, [=EN], 8-12-1975, n. 45, en AAS 58 (1976), p. 5-76.

[8]     Según la Unión Internacional de Telecomunicaciones [=UIT], a finales del año 2014 se había alcanzado ya el número de tres mil millones de usuarios de Internet, de los cuales un 78% se encuentran en los países desarrollados. Cfr. Internet: http://www.itu.int/en/ITU-D/Statistics/Pages/stat/default.aspx, última visita el 1-03-2015.

[9]     Cfr. H. Rheingold, La realtà virtuale. I mondi artificiali generati dal computer e il loro potere di trasformare la società, Baskerville, Bologna 1993, p. 521-522; F. Schirrmacher, La libertà ritrovata. Come (continuare a) pensare nell’era digitale, Codice, Torino 2010.

[10]   Benedicto XVI, Mensaje para la 42ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, [=JMCS], 24-01-2008, n. 4, en AAS 100 (2008), p. 103-106; cfr. Benedicto XVI, Carta encíclica Caritas in Veritate, 29-06-2009, [=CV], n. 73, en AAS 101 (2009), p. 641-709.

[11]   Benedicto XVI, Mensaje para la 43ª JMCS, 24-01-2009, en AAS 101 (2009), p. 136-140.

[12] Benedicto XVI, Mensaje para la 45ª JMCS, 24-01-2011, en AAS 103 (2011), p. 123-126.

[13] Cfr. A. Barak, (ed.), Psychological aspects of cyberspace: theory, research, applications, Cambridge univ. Press, Cambridge 2008.

[14] Cfr. M. Carbajo Núñez, «El espectáculo de la intimidad. Raíces históricas de la comunicación centrada en el yo», en Verdad y Vida 261 (2012), p. 239-284.

[15] Benedicto XVI, Mensaje para la 43ª JMCS, cit. «La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación». Id, Carta encíclica Spe Salvi, 30-11-2007, n. 27, en AAS 99 (2007), p. 985-1027.

[16] «En todo conocimiento y acto de amor, el alma del hombre experimenta un “más” que se asemeja mucho a un don recibido, a una altura a la que se nos lleva». CV 77.

[17] Sobre la actividad simbólica e interpretativa de la comunidad humana: T. Todorov, Simbolismo e interpretazione, Guida, Napoli 1986; C. Geertz, La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona 1992; J. Vallverdú, Antropología simbólica. Teoría y etnografía sobre religión, simbolismo y ritual, UOC, Barcelona 2014.

[18]   Esa expresión ha sido atribuida a E. Burke (1729-1797). «He called the reporters’ gallery in the English Parliament «a Fourth Estate more important by far» than the other three estates of Parliament». M. L. DeFleur – E. E. Dennis, Understanding mass communication: a Liberal arts perspective, Houghton Mifflin, Boston 2002, 88.

[19]   Cfr. E. G. Trjo – C. Strologo, GoogleCrazia: cerchiamo tutti con Google ma cosa va cercando Google da noi, Leconte, Roma 2008.

[20]   Cfr. E. Pariser, Il filtro. Quello che Internet ci nasconde, Il Saggiatore, Milano 2012; J. Battelle, Google e gli altri. Come hanno trasformato la nostra cultura e riscritto le regole del business, Rafaello Cortina, Milano 2006.

[21]   Benedicto XVI, Discurso a los participantes en la asamblea plenaria del Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, 28-02-2011, en AAS 103 (2011), p. 188-191.

[22]   Benedicto XVI, Mensaje para la 45ª JMCS, cit.

[23]   Cfr. Juan Pablo II, Exhortación Apostólica Postsinodal Ecclesia in America, 22-01-1999, n. 20, en AAS 91 (1999), p. 737-815.

[24]   Benedicto XVI, Mensaje para la 42ª JMCS, cit.; cfr. Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, «Ética en las Comunicaciones Sociales», 4-06-2000, n. 15, en L’Osservatore Romano, [=OR], 31-05-2000, suppl., inserto tabloid, p. I-IV.

[25]   M. Augé, Los «no lugares» espacios del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad, Gedisa, Barcelona 1994, 41.

[26] «Social capital has eroded steadily and sometimes dramatically over the past two generations». R. D. Putnam, Bowling alone. The collapse and revival of American community, Simon & Schuster, New York 2004, p. 287.

[27] D. Riesman – N. Glazer – R. Denney, La muchedumbre solitaria, Paidos, Barcelona 1981.

[28] Francisco, Mensaje para la 48ª JMCS, 24-01-2014, en OR 18 (24-01-2014),p. 8.

[29] Social isolation has increased since 1985. M. E. Brashears, «Small networks and high isolation? A reexamination of American discussion networks», en Social Networks, 33/4 (2011), p. 331-341.

[30] Internet «puede emplearse para romper el aislamiento de personas y grupos o, al contrario, para profundizarlo». Pontificio Consejo para las Comunicacio-nes Sociales, «Ética en Internet», 22-02-2002, en OR (10/11-05-2002), suplemento I-IV.

[31] «On Facebook, intimacy and extimacy». Z. Bauman, This is not a Diary, Polity, Cambridge 2012, p. 174ss.

[32]   J. Lynch, Il profumo dei limoni. Tecnologia e rapporti umani nell’era di Facebook, Lindau, Torino 2013, p. 89.

[33] Cfr. L. Giuliano, «Identità e narrazione in ambienti sociali digitali», en Rassegna Italiana di Sociologia 43/1 (2002), p. 7-32.

[34] Cfr. D. Cobianchi, La sindrome di Hugh Grant, Mondadori, Milano 2014.

[35] «Continuous partial attention». Lind Stone, citada en J. Lynch, Il profumo dei limoni, p. 45.

[36] Una hipérbole de esta dispersión relacional se encuentra en la película «Her» (2013), escrita y dirigida por Spike Jonze, cuyo protagonista (Joaquín Phoenix) se enamora de un sistema operativo con voz de mujer que, mientras le manifiesta su amor, le reconoce que está hablando simultáneamente con otros 8316 usuarios, de los cuales 641 serían también sus amantes.

[37] «Mobile technology has made each of us “pauseable”. Our face-to-face conversations are routinely interrupted by incoming calls and text messages». S. Turkle, Alone Together. Why we expect more from technology and less from each other, Basic Books, New York, 2011, p. 161. «Multitasking degrades performance on everything we try to accomplish». Ibid.

[38] «Infocalisse babelica». N. Stephenson, Snow Crash, Bantam Dell, New York 2003, p. 69.

[39] «Esos internautas que viven en un continuo zapping, ¿qué sentido dar a su deseo desenfrenado de información y de encuentro? ¿Bulimia de la comunicación? ¿Enfermedad de la interioridad? […] ¿O búsqueda incesante de comunión? » J. N. Bezançon, Dios no es un ser solitario. La Trinidad en la vida de los cristianos, Secretariado Trinitario, Salamanca 2001, p. 16.

[40] Citado en D. Laertius, Vite e dottrine dei più celebri filosofi, Bompiani, Milano 2005, 37 [traducción mía].

[41] Haec sciam? Et quid ignorem? Lucio Anneo Seneca, Ad Lucilium Epistolae Morales, epist. 88, Strasburgo 1809, p. 362.

[42] N. Carr – P. Cifuentes, Superficiales: ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, Taurus, Madrid 22013.

[43]   J. Lynch, Il profumo dei limoni, p. 44-45.

[44]   Cfr. A. D. I. Kramer – J. E. Guillory – J. T. Hancock, «Experimental evidence of massive-scale emotional contagion through social networks», en Proceedings of the national Academy of Sciences of the United States of America 111/24 (17-06-2014), p. 8788-8790.

[45]   Citado en M. Crespo, Un momento es muy poco tiempo, en Internet: http://www. elmundo.es/espana/2014/11/02/54492171ca4741e0708b458a.html, última visita 3-03-2015.

[46]   Francesco, Mensaje para la 48ª JMCS.

[47]   «La nostra vita affettiva soffre di uno squilibrio dovuto ad un eccesso di emozioni-shock […] che procurano il massimo grado di eccitazione. […] La sua eccessiva valorizzazione provoca l’abbandono del sentimento. Gli impatti ripetuti diminuiscono la sensibilità. L’individuo si emozione molto, ma non sa più sentire». È sovraeccitato e insensibile. M. Lacroix, Il culto dell’emozioni, Vita e pensiero, Milano 2002, 108-109.

[48]   Cfr. Flp 2,1-11; Juan Pablo II, Exhortación apostólica Postsinodal Vita consecrata, [=VC], 25-03-1996, n. 22 y 65, en AAS 88 (1996), p. 377-486.

[49]   «I media non sono più uno schermo che si guarda, una radio che si ascolta. Sono un’atmosfera, un ambiente nel quale si è immersi, che ci avvolge e ci penetra da ogni lato». C. M. Martini, Lettera pastorale «Il lembo del mantello»: per un incontro tra Chiesa e mass media, Centro Ambrosiano, Milano 1991, p. 12.

[50]   Jn 1,14. «Dios mismo había puesto señales de pista, incluso había allanado un camino». Benedicto XVI, «Encuentro con el mundo de la cultura en el Collège des Bernardins», 12-09-2008, en Insegnamenti di Benedetto XVI, IV/2 (2008), p. 270-280.

[51] «Promuovere e non controllare». P. C. Rivoltella, Screen generation. Gli adolescenti e le prospettive dell’educazione nell’età dei media digitali, Vita e Pensiero, Milano 2006, p. 186; P. Riccieri, Formazione a portata di click. Comunicazione digitale e santificazione della mente, Paoline, Milano 2011, p. 76-79.

[52]   Cfr. G. Greshake, Essere preti in questo tempo. Teologia, prassi pastorale, spiritualità, Queriniana, Brescia 2008.

[53]   Sobre los modelos fundamentales de Iglesia: A. Dulles, Models of the church, Image, New York 2014.

[54]   Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, [=EG], n. 199, Ciudad del Vaticano 2013. «Me gusta recordar lo que San Francisco de Asís decía a sus frailes: Predicad siempre el Evangelio y, si fuese necesario, también con las palabras. Las palabras vienen… pero antes el testimonio». Francisco, Discurso a los participantes en el congreso internacional sobre la catequesis, 27-09-2013, en OR (29-09-2013), p. 8; cfr. Id., «Homilía», 14-04-2013, n. 2, en OR (15/16-04-2013), p. 8.

[55]   Benedicto XVI, Mensaje para la 44ª JMCS, 23-01-2010, en AAS 102 (2010), p. 114-117.

[56]   Francesco, «Meditazione mattutina: Chi scandalizza il popolo», 21-11-2014, en OR 267 (22-11-2014), p. 7.

[57]   L. Bressan, «Diventare preti nell’era digitale. Risvolti pedagogici e nuovi cammini, II», en La rivista del clero italiano 3 (2010), p. 179-181.

[58]   Benedicto XVI, Mensaje para la 44ª JMCS.

[59]   Sobre la formación al uso responsable de los MCS: L. Masterman, La enseñanza de los medios de comunicación, Torre, Madrid 32001; C. Cangià, «Educazione ai media», en J.M. Prellezo – G. Malizia – C. Nanni, ed., Diccionario di scienze dell’educazione, LAS, Roma 2008, p. 373-377.

[60]   Algunas de esta dependencias: C. Cangià, I consacrati e la rete. Abitare internet con sapienza, Multidea, Roma 2013, p. 107-108; cfr. K. S. Young, Internet addiction: a handbook and guide to evaluation and treatment, Wiley, Hobroken NJ 2011; T. Cantelmi et al., La mente in Internet. Psicopatologia delle condotte online, Piccin, Padova 2000.

[61]   «Porque cuanto es el hombre delante de Dios, tanto es y no más». Francisco de Asís, «Admonición», 19,2. «Y devolvamos todos los bienes al Señor Dios altísimo». Id., «Regla no bulada», 17,17. Citas tomadas de I. Rodríguez Herrera – A. Ortega Carmona, Los escritos de San Francisco de Asís, Espigas, Murcia 22003.

[62]   «Cuando estoy débil, entonces soy fuerte». 2Cor 12,10.

[63]   W. Mischel, The marshmallow test: mastering self-control, Bantam, London 2014.

[64]   Antes se solía recordar, en modo amenazante, algunos textos bíblicos como este: «Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios». Lc 9, 62.

[65]   Cfr. F. Garelli, Chiamati a scegliere: I giovani italiani di fronte alla vocazione, Paoline, Cinisello Balsamo 2006.

[66]   Cfr. T. Cantelmi, «Mondi telematici, comunicazione digitale e vita consacrata: uso, abuso e tecnodipendenza», en J.M. Alday, (ed.), Nuovi media e vita consacrata, Ancora, Milano 2011, p. 129.

[67]   El hombre actual sigue valorizando «the need to be connected to, or in contact with, what they see as good, or of crucial importance, or of fundamental value». C. Taylor, Sources of the self. The making of the modern identity, Harvard Univ. press, Cambridge 1989 (8ª reimpresión 1996), p. 42.

[68]   A. Cencini, Formazione permanente: ci crediamo davvero?, EDB Bologna 2011.

[69]   M. Castells et al., Mobile communication and society: a global perspective, MIT, Cambridge MA 2007, p. 131.

[70]   «La superficie al posto della profondità, la velocità al posto della riflessione, le sequenze al posto dell’analisi, il surf al posto dell’approfondimento, la comu-nicazione al posto dell’espressione, il multitasking al posto della specializza-zione, il piacere al posto della fatica». A. Baricco, I barbari. Saggio sulla mutazione, Feltrinelli, Milano 2006, p. 178.

[71]   «Solo chi disporrà di solidi schemi interpretativi resterà a galla, nel vortice dell’overdose cognitiva». G. da Empoli, Overdose. La società dell’informazione eccessiva, Marsilio, Venezia 2002, p. 54.

[72]   S. Juan de la Cruz, Cántico espiritual, canción XV, Linkgua, Barcelona 2008, p. 15.

[73]   G. Bonaccorso, «La liturgia come evento di comunicazione», en T. Stenico, Era mediatica e nuova evangelizzazione, LEV, Città del Vaticano 2001, p. 290-291.

[74]   Benedicto XVI: «Mensaje para la 46ª JMCS», 24-01-2012, en Insegnamenti di Benedetto XVI, LEV, Ciudad del Vaticano VIII/1 (2013), p. 106-110.

[75]   Gregorio Magno, La Regla pastoral, lib. 2, 4, Ciudad Nueva, Madrid 22001, 78 (PL 77, 30-31).

[76]   Leyenda de Perusa, n. 116, en J. A. Guerra, ed., San Francisco de Asís. Escritos, biografías, documentos de la época, BAC, Madrid 31985; cfr. M. Carbajo Núñez, Crisis económica. Una propuesta franciscana, BAC, Madrid 2013, p. 59.

[77]   L. de Echeverría, ed., Código de Derecho Canónico, [=CIC], BAC, Madrid 41984, canon 667, §1.

[78]   P. Riccieri, Formazione a portata di click, p. 84.

[79]   Cfr. CIC 666.

[80]   Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est, 25-12-2005, [=DC], n. 28, en AAS 98 (2006), p. 217-252.

[81]   Benedicto XVI, Mensaje para la 45ª JMCS.

[82]   Cfr. Benedicto XVI, Exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini, 30-09-2010, n. 113, en AAS 102 (2010), p. 681-787.

[83]   E. Schillebeeckx, En torno al problema de Jesús. Claves de una cristología, Cristiandad, Madrid 1978, p. 23.

[84]   «Quando manca la fede radicale, non esiste la possibilità di dare fondamento alla vita religiosa». F. Martínez Díez, La nuova frontiera. Dal rischio dell’estin-zione alla sfida della rifondazione della vita religiosa, San Paolo, Cinisello Balsamo 2002, p. 50.

[85]   A. Cencini, «Affettività e uso dei mass-media», en Testimoni 9 (2014), p. 39-45.

[86]   Benedicto XVI, Mensaje para la 44ª JMCS. «No basta pasar por las «calles» digitales, es decir simplemente estar conectados: es necesario que la conexión vaya acompañada de un verdadero encuentro». Francesco, Mensaje para la 48ª JMCS.

[87]   G. Ravasi, «Tra Chiesa e bloggers un riuscito vis-à-vis», en OR (22-05- 2011) [traducción mía].

[88]   Benedicto XVI, «Discurso a los artistas», 21-11-2009, en AAS 101 (2009), p. 1051-1058.

[89]   F. M. Dostoievski, El idiota, p. III, c. V, en Id., Obras completas, vol. 2, Madrid 1973, p. 506.

[90]   Benedicto XVI, Mensaje para la 45ª JMCS.

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