EL BEATO FRAY JUAN DUNS ESCOTO «DOCTOR SUTIL Y MARIANO»

Fray Nicolás Márquez, Ofm.

Hacia 1940, los franciscanos del convento de Nuestra Señora de Zapopan gozaron de un periodo de paz y tranquilidad que les permitió continuar realizando su misión, apostolado y culto. Una vez terminadas la restauración de los ambientes coventuales, el gobierno de la Provincia Franciscana de los Santos Francisco y Santiago en México, decidió establecer allí mismo el Instituto Franciscano de Filosofía, con la finalidad de que, los religiosos que se preparaban al sacerdocio iniciasen su formación académica siguiendo las indicaciones establecidas por los cánones eclesiásticos.

El Instituto fue dedicado al Beato Fray Juan Duns Escoto para que, con su intercesión las jóvenes generaciones iniciaran el estudio de la ciencia filosófica en doctrina y santidad motivados por el ejemplo de tan célebre Hermano Menor. Ciertamente no es –ni será– el único centro de estudios universitarios dedicado al Doctor sutil. El Prof. Jaime González Rodríguez, estudioso en la materia[1], nos dice que en México se tienen noticias de cómo Fr. Juan de la Torre, Comisario General de Indias, ya en 1658 hizo la solicitud para la erección de una cátedra de Escoto en la Universidad de México[2]. Pronto se erige la cátedra[3] pero luego será suprimida por el Consejo de Indias[4], para ser nuevamente erigida en 1662[5].

En el presente escrito queremos presentar brevemente al Beato Fray Juan Duns Escoto para que conociendo mejor su figura, sin temor podamos hacer nuestro el patrimonio espiritual e intelectual que nos ha dejado como herencia.

  1. RECONOCIMIENTO OFICIAL: EL DECRETO «QUI DOCTI FUERINT»

El sábado 20 de marzo de 1993, en la Basílica de San Pedro en Roma  -el ahora Santo- Juan Pablo II, durante las Vísperas proclamó oficialmente el Reconocimiento del Culto litúrgico a Fray Juan Duns Escoto. El P. Fr. Bernardino de Armellada nos cuenta el proceso seguido:

«Faltaba sólo la proclamación solemne en un acto litúrgico y también este corrió sus vicisitudes. En principio se pensó en un acto, naturalmente presidido por el Papa, en la basílica de Letrán en la octava de la Pascua de 1991. Luego, teniendo en cuenta la relación de Escoto con el dogma de la Inmaculada Concepción, se pensó en el día de la Inmaculada y en la basílica de Santa María Mayor. Casi en los últimos días, el Vaticano se sintió obligado a acelerar la presentación oficial del “Nuevo Catecismo de la Iglesia católica”, fijando la fecha del 8 de diciembre, al término del camino ya no hubo más dilaciones. Se determinó que sería el 20 de marzo de 1993 cuando el Papa tributaría solemnemente los honores litúrgicos de Beato a Juan Duns Escoto. Sería en la basílica de San Pedro»[6].

Fue todo un acontecimiento y sin duda alguna, un motivo de gran júbilo para toda la Familia Franciscana, ya que, con este acto oficial se coronaba finalmente todo el iter de tantos años de debates, investigaciones, estudios y oraciones que indicamos brevemente. En 1425, San Bernardino de Siena promueve la beatificación canónica; en 1480, Sixto IV aprueba el Oficio litúrgico compuesto por Bernardino de Bustis; en 1501, Alejandro VI prescribe a los franciscanos el estudio de Escoto; durante el Concilio de Trento (1545-1563) su doctrina ocupa un lugar importante en algunas cuestiones; en 1568, Pío V aprueba que los franciscanos enseñen teología siguiendo Escoto; el Beato Umile de Bisignano (1582-1637) difunde la veneración y culto de Escoto en Nola y Nápoles.

En tiempos más recientes: en 1927 se funda la Comisión escotista en Quaracchi (Florencia), misma que en 1938 se transferirá a Roma; en 1966, Pablo VI escribe la Constitución Apostólica Alma Parens proponiendo la figura y la doctrina de Escoto; en 1972, se aprueban sus escritos. En 1980, Juan Pablo II visita la tumba de Escoto en Colonia y lo llama Torre espiritual de la fe; en 1991 se aprueba su fama de santidad y virtudes heroicas. Finalmente el 20 de marzo de 1993 el reconocimiento oficial que significaba la garantía de la santidad heroica y la doctrina ortodoxa del eximio Doctor sutil y mariano[7]. Como anécdota se cuenta que después de la ceremonia de la beatificación, Juan Pablo II recibió a algunos Hermanos asistentes al acto. El Ministro General P. Hermann Schalück, le entregó al Papa el volumen XIX de las obras críticas de Escoto, publicado por la Comisión Escotista. El Papa le dijo: «Ya pueden estar contentos los franciscanos con la beatificación de Escoto». El P. General con gran humildad y perfecta alegría le contestó: «¡Hace ya siete siglos que la esperábamos, Santidad!».

Por la historia franciscana sabemos que ya desde tiempos inmemorables Duns Escoto gozaba del titulo de Beato dentro del ámbito de la Orden[8], y en las diócesis de Edimburgo y Nola, pero hacia falta un reconocimiento oficial, mismo que llegó cuando fue firmado y promulgado el Decreto Qui docti fuerint el 6 de julio de 1991. El decreto concluye con estas palabras:

«Convocados el día de hoy los cardenales, el infrascrito Prefecto con el Ponente de la Causa y conmigo, arzobispo Secretario de la Sagrada Congregación y otros, como se acostumbra en estos casos, en presencia de todos el Beatísimo Padre declaró solemnemente que consta de la fama de santidad y virtudes heroicas del Siervo de Dios Juan Duns Escoto, como también del culto que se le ha tributado desde tiempo inmemorial, en relación con el caso y fin de que se trata. El mismo Sumo Pontífice ordenó, por tanto, que este decreto fuera publicado y transcrito en las actas de la Congregación de las Causas de los Santos. Dado en Roma, el 6 de julio del Año del Señor 1991. Angelo Card. Felici, Prefecto Eduardo Novak, Arzobispo titular de Suni, Secretario»[9].

  1. BREVE SEMBLANZA BIOGRÁFICA

El Beato Juan Duns Escoto nació en Escocia a finales del 1265 (entre el 23 de diciembre de 1265 y el 17 de marzo de 12-66), casi cuarenta años después de la muerte de San Francisco, durante el período en que San Buenaventura y Santo Tomas de Aquino eran personajes reconocidos gracias a la elaboración de sus grandes síntesis y a su rica producción científica. Murió repentinamente en Colonia el 8 noviembre del 1308. Vivió tan sólo 43 años, de los cuales 28 como religioso, y específicamente 17 como sacerdote. Murió en la edad cuando se comienza a producir y a reflexionar con una mayor profundidad.

Su vida es un ejemplo claro del gran esfuerzo por conciliar entre sí la doctrina y la santidad. Estudió en la Sorbona de París, obteniendo los grados académicos y más tarde, se desempeñó como maestro en las Universidades de Cambridge, Oxford, Colonia y París misma.

Ordenado Sacerdote el 17 de marzo de 1291[10], se dedicó al apostolado en Gran Bretaña[11], Francia y Alemania. Los últimos diez años de su vida los consagró particularmente a la actividad didáctica. Enseñar es, sin duda alguna, una vocación que requiere cualidades y preparación. Pero sobre todo, exige un gran amor y sacrificio. Un autor contemporáneo lo expresa con gran profundidad y en pocas palabras: «Quien ama educa, porque es el amor de Dios que no deja nunca de sostener la vida, alimentar y plasmar el corazón de todo hombre»[12].

Su desempeño académico se vio interrumpido (1303-1304). Felipe IV el Bello ordenó la expulsión del clero residente en territorio francés como medida de represión por no secundar su causa y ponerse en contra del Papa Bonifacio VIII[13]. Duns Escoto defendió la autoridad del Papa y el Magisterio de la Iglesia[14]. Los escritos de carácter filosófico y teológico de éste periodo reflejan -operativa y doctrinalmente- el profundo sentido eclesial que profesaba el Doctor sutil[15]. En 1305 después de su breve y fructífero exilio en Oxford nuevamente regresara a París con el título de Magister. Será éste un nuevo período denso de actividad, en particular, por lo que se refiere a la defensa de la Inmaculada Concepción de María. Pero tan sólo después de 2 años nuevamente tiene que dejar Francia. Se dirigirá a Colonia, en Alemania, donde continuara a enseñar en el Studium Generale Franciscano. Allí, el 8 de noviembre del 1308, en concepto de santidad, termino su vida[16].

En la brevedad de estas líneas no pretendemos presentar por completo la figura de tan ilustre personaje[17]. Nos limitaremos a indicar algunos aspectos originales que puedan servirnos como estímulo para comprender mejor la doctrina y la espiritualidad del Beato Fr. Juan Duns Escoto, un perfecto Franciscano y Maestro de vida espiritual. En la consideración de estos aspectos originales el lector se dará cuenta que algunos de ellos ya han sido descritos en varios documentos y obras emanados a lo largo de diferentes periodos[18].

Al evocar la figura de Duns Escoto no es nuestra intención atribuirle un mayor prestigio, al contrario, simplemente queremos compartir el don precioso que encierra su riqueza filosófica y teológica, así como la herencia espiritual que muy bien podría orientar aquellas instancias radicales que el hombre de nuestros tiempos lleva consigo y que no fácilmente encuentra para ellas una respuesta. El mismo Juan Pablo II así lo expresaba:

«En nuestra época, rica en inmensos recursos humanos, técnicos y científicos, pero en la que muchos han perdido el sentido de la fe y llevan una vida alejada de Cristo y su Evangelio (cf. RM, 33), el beato Duns Escoto se presenta no sólo con la agudeza de su ingenio y su capacidad extraordinaria de penetración en el misterio de Dios, sino también con la fuerza persuasiva de su santidad de vida, que lo hace maestro de pensamiento y de vida para la Iglesia y para toda la humanidad. Su doctrina, de la que, como afirmaba mi venerado predecesor Pablo VI «se podrán extraer armas resplandecientes para combatir y alejar la nube negra del ateísmo que oscurece nuestra época», edifica sólidamente la Iglesia, sosteniéndola en su misión urgente de nueva evangelización de los pueblos de la tierra»[19].

  1. HERENCIA ESPIRITUAL: PENSAMIENTO FILOSÓFICO-TEOLÓGICO

El pensamiento filosófico-teológico de Escoto se inspira en las sencillas y penetrantes intuiciones que San Francisco dejo como herencia espiritual a todos sus seguidores[20]. La persona y la obra de San Francisco de Asís ofrecen tantos matices que no es necesario recurrir a expertos y estudiosos medievalistas para comprender su profundo significado histórico[21]. Del Pobrecillo de Asís, aprenderá fundamentalmente «a orar pensando y a pensar orando» (ora et cogita, cogita et ora). De ahí que sea ante todo un creyente humilde y optimista que no pretenderá nunca acomodar el dato transmitido por la revelación con ideas preconcebidas. Así lo demuestra cuando dice: «Haz, Señor, Principio Primero de los Seres, que yo crea, entienda y exprese lo que sea del agrado de tu divina Majestad y sirva para elevar nuestras mentes a tu contemplación»[22].

Las intuiciones reveladas por Dios a San Francisco fueron vividas ante todo por el mismo santo de Asís de una manera personal, única, ya que se trataba de una experiencia concreta, en su propia vida. Esas mismas intuiciones fueron más tarde traducidas y actualizadas en términos doctrinales filosóficos-teológicos-místicos por san Buenaventura de Bagnoregio; y -a la distancia de siglos más tarde-, el Doctor sutil las interpretaría decididamente en clave cristocéntrica.

La inspiración franciscana es cristocéntrica y es el fundamento que nos ayudará a comprender mejor el auténtico y profundo significado que Escoto imprimirá a su reflexión filosófica-teológica pero con dos intuiciones originales que harán de ella algo inconfundible. Por eso, cuando el venerable Papa Juan Pablo II quiso confirmarlo solemnemente beato el 20 de marzo de 1993, lo definió «cantor del Verbo encarnado y defensor de la Inmaculada Concepción». En esta expresión se sintetiza la gran contribución que Duns Scoto dio a la historia de la teología[23].

3.1 «Cantor del Verbo encarnado». La doctrina del Primado Universal y absoluto de Cristo

La reflexión escotista se coloca en perfecta consonancia con la teología paulina de Colosenses: «Éste es imagen de Dios invisible, nacido antes de toda criatura, pues por su medio se creó el universo celeste y terrestre, visible y lo invisible, ya sean majestades, señorías o potestades. El es el modelo y fin del universo» (Col 1,15-l7).

Este magnífico himno cristológico nos hace concluir que Cristo ha sido querido por Dios, porque Dios es Amor infinito. Y Cristo es capaz de amar a Dios en Sumo grado y de glorificarlo en manera digna e infinita. En esta sublime lógica divina, Cristo ocupa el primer puesto en el conjunto ordenado de las creaturas, y asume la centralidad fundante también en el orden sobrenatural. Por eso, «Si Dios es amor infinito, quiere ser amado libremente por otro que pueda corresponder a esas exigencias de infinito. Para ello, prevé quien puede hacerlo, es decir, Cristo, el Verbo, que asume la naturaleza humana y, en ella, a todos los hombres para que puedan participar de su gloria en el cielo»[24].

Lo que tratamos de decir es que, en la sublime visión de la predestinación y primado absoluto de Cristo en el designio creador de Dios, Cristo es verdaderamente el centro y Rey del universo, no solo como Dios, sino también como hombre. En breve: el mundo existe para el hombre, el hombre para Cristo, y Cristo para Dios:

«Quien quiere de un modo racional, busca ante todo la finalidad, y después aquello que le es más cercano. Dios quiere todo de un modo ordenadísimo. Por tanto, quiere, en primer lugar, a sí mismo y a todo aquello que pertenece a su esencia. Después, en aquello que es extrínseco, quiere el alma de Cristo antes de la previsión de todo demérito, y quiere unir a sí la humanidad de Cristo en la unidad de la persona del Hijo»[25].

El Espíritu Santo -anima y motor- que guía siempre a la Iglesia en su caminar, haría que años más tarde la reflexión propuesta por Duns Escotoculminara en el reconocimiento, proclamación y culto de la Realeza de Cristo con la solemnidad litúrgica de Cristo Rey y Señor del universo instituida por Pío XI.

Benedicto XVI en una de sus Catequesis sobre Escoto decía: «esta visión teológica, fuertemente cristocéntrica, nos abre a la contemplación, al estupor y a la gratitud: Cristo es el centro de la historia y del cosmos, es quien que da sentido, dignidad y valor a nuestra vida. Como el Papa Pablo VI en Manila, también hoy quiero gritar al mundo:

«[Cristo] es el que manifiesta al Dios invisible, es el primogénito de toda criatura, es el fundamento de todas las cosas; él es el Maestro de la humanidad, es el Redentor; él nació, murió y resucitó por nosotros; él es el centro de la historia y del mundo; él es aquel que nos conoce y nos ama; él es el compañero y el amigo de nuestra vida […] Yo no acabaría nunca de hablar de él»[26].

3.2 Defensor de la Inmaculada Concepción de María

La reflexión y doctrina franciscana de la predestinación y primado absoluto de Cristo que ocupó la especulación del Beato Juan Duns Escoto lo conducen a la meditación del singular misterio de gracia del que fue objeto María, por los méritos de Jesucristo. En el proyecto divino, «el Verbo de Dios debía asumir la naturaleza humana. Para la realización de este misterio divino-humano, María es la elegida para ser madre del Verbo encarnado, madre del Cristo histórico y real»[27].

Esta claro que también en este punto, el Doctor Sutil demuestra su talante y anima franciscana, ya que, «la persona y vida de María han constituido uno de los pilares vitales de la espiritualidad franciscana. Francisco de Asís, que trató de encarnar al máximo la persona y la vida de Jesucristo, vio en María la madre maravillosa de Jesús, a la que tuvo una devoción entrañable»[28]. Con tales presupuestos se comprende muy bien como la doctrina sobre la Inmaculada Concepción de María pueda ser calificada como una intrépida y caballeresca defensa por parte del Doctor sutil y, de ahora en adelante, también Mariano.

Algunos de los grandes maestros de la Escolástica habían puesto en discusión la doctrina sobre la Inmaculada Concepción de María. Escoto, teniendo en cuenta la Revelación bíblica reconoce que dicha doctrina es ya evocada en la promesa del llamado protoevangelio de Génesis 3,15. «Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo».

El cumplimiento de la promesa se verá realizado en el anuncio del Arcángel Gabriel según Lc 1,26-38: «¡Ave! Gratia plena». La intuición escotista se demuestra al mismo tiempo, empeñativa y exhaltante. Para comprenderla hay que adentrarse en lo más profundo del pensamiento con un razonamiento riguroso y sutil, donde se entremezclan la lógica humana y sobre humana. Sólo así se podrá sondear un poco el misterio de Dios y de María, el misterio del hombre y de la creación, el misterio de la eternidad y del tiempo. Después de varios siglos, nuevamente la presencia del Espíritu Santo que guía a la Iglesia, haría que la intuición de Duns Escoto culminara con la declaración dogmática de la Inmaculada.

Ahora bien, la especulación del Beato Juan Duns Escoto no se mueve fuera del pensamiento y tradición cristiana. Se coloca perfectamente al interno de una «fe que busca comprender» (fides quaerens intellectum), y que como tal se configura en «un fi­losofar en la fe». No es ninguna novedad. Es y será siempre la búsqueda apasionada de la verdad que mueve a la razón humana, y en este proceso, es la misma inteligencia humana que se deja iluminar por la fe, sin menoscabar su intíma función cognoscitiva.

El punto inspiracional -fundante y fundamental- de la reflexión del Beato Escoto proviene de la fe. Gracias a ella, el hombre adquiere -por gracia- la capacidad para vivir la secreta inquietud que lo mueve a ir más allá de los límites establecidos por la razón y lo empuja hacia los infinitos horizontes de la fe. Es cierto, se trata de un esfuerzo que va más allá de la propia existencia, pero es éste el afán, el deseo humano por conquistar la verdad y poseerla, dejándose poseer por la verdad misma.

Teniendo como fuerza inspiradora la fe, Escoto no se limitará solamente a la pura teoresis, se orienta hacia la praxis. De este modo, todo su empeño y cansancio racional será un servicio a la fe y un esfuerzo constante por traducir la verdad en actos concretos. Se trata de una magnifica síntesis entre teoría, espiritualidad y mística. En el pensamiento y en el método de Escoto, Pablo VI, en su magnífica carta Alma parens[29] entrevé «oculto y alentador» el espíritu de Francisco de Asís que «subordina al saber el buen vivir», o sea, la teoría a la práctica. De allí que, la escuela franciscana, subraye la convicción de que la ciencia teológica, no será nunca una ciencia «puramente especulativa», sino una ciencia práctica por su misma naturaleza (alcanzar la salvación) y no por una finalidad externa que el investigador se proponga.

Convencido de que la verdad auténtica es fruto de una razón iluminada por la fe, Escoto quiere conducir al hombre hasta el punto crucial, donde poniendo en juego su libertad tenga que responder asumiendo una decisión. Una razón que no es iluminada por la fe, conduce a una fragilidad teorética, a conclusiones puramente racionales. En cambio, una razón iluminada por la fe, ofrece a la mente humana la dimensión racional de aquello que ya se posee por la fe. Sólo la racionalidad teorética de una verdad expuesta por la fe, es capaz de acoger un proyecto existencial con ideales -no ideologías- que realmente valgan la pena vivir. Son los grandes ideales que pueden llevar al hombre a decidir de entrar o no en la esfera de la fe, en virtud de su libertad. Una tal experiencia será siempre menos intelectiva y cada vez más volitiva[30].

Ahora bien, para Escoto la racionalidad de la fe no quiere decir poner límites a la personalidad humana, antes bien, la promueve en cuanto que, racionalmente la conduce a través de un «sutil» análisis histórico-critico para que vaya más allá de los límites impuestos por la pura inmanencia. El paso último y definitivo corresponde a la decisión libre y responsable de la voluntad. De allí que se puede hablar de un «primado de la voluntad»: una voluntad iluminada ciertamente por la luz intelectual de la búsqueda crítica pero sin llegar a ser una voluntad ciega o acrítica.

El Doctor sutil se vale de la más re­finada dialéctica. En su reflexión filosófica se descubre también como teólogo. Por eso, su especulación filosófica en campo metafísico, gnoseológico y antropológico estará marcada por una visión teológica de la vida. ¿Cuál es la esencia de la inspiración teológica que subyace en la especulación del Beato Juan Duns Escoto? Responderemos en un próximo escrito. Concluyendo, por ahora, podemos decir que, la intuición escotista -por encontrar un acuerdo entre la fe y la razón, la teoría y la práctica-, más que un descubrimiento, se configura como un desafío que Pablo VI propone cuando dice:

«En especial para los teólogos, los sacerdotes, los pastores de almas, los religiosos, y particularmente para los franciscanos, el beato Duns Escoto constituye un ejemplo de fidelidad a la verdad revelada, de fecunda acción sacerdotal y de serio diálogo en la búsqueda de la unidad. Como afirmaba Juan de Gerson, en su existencia siempre se guió «no por el afán singular de vencer, sino por la humildad de encontrar un acuerdo (Lectiones duae Poenitemini, lect. alt., consid. 5)»[31].

El Concilio Vaticano II nos exhortaba a mirar con simpatía el mundo en la búsqueda continua de una íntima sacralidad de los valores humanos. La entera creación, converge, aunque si por vías misteriosas, hacia Cristo.

Para una sociedad como la nuestra, que va gradualmente secularizándose y siente cada vez menos la «nostalgia del divino», el Beato Juan Duns Escoto ha elaborado con una lógica impecable, la prueba más com­pleta y satisfactoria sobre la existencia de Dios. Pablo VI afirmó que «el tesoro teológico de Duns Escoto puede proveer lúcidas armas para com­batir y dispersar la nube negra del ateísmo que ofusca nuestra era»[32].

Como el hombre de hoy, también Escoto es un buscador insomne y riguroso de la verdad plena, con un análisis sutil, penetrante, confrontando las opiniones de otros[33]. Desea que la razón humana manifieste todas sus potencialidades y se abra a un saber más alto: el de la Revelación y de la Teología. Ésta última concebida con una carácter pastoral: una ciencia práctica, es decir, que ayude a la salvación de todos los hombres y de todo el hombre. Hoy se siente la necesidad de no olvidar este aspecto fundamental de la ciencia teológica. Pero, atención. Es necesario precisar que, el carácter pastoral no debe inducir al desprecio o rechazo de la teología especulativa o dogmática, fundamento de todo esfuerzo pastoral[34].

El Doctor sutil, mariano y franciscano, aparece cada vez más en los manuales de la historia de la filosofía. Esforcémonos por conocer su pensamiento filosófico-teológico para poder así proponerlo al hombre de nuestro tiempo.EL BEATO FRAY JUAN DUNS ESCOTO «DOCTOR SUTIL Y MARIANO»


[1]   Cf. J. González Rodríguez, «Las cátedras de Scoto en el siglo XVII en la Universidad de México», en Actas del III Congreso Internacional sobre los franciscanos en el Nuevo Mundo, Madrid 1990; «Las cátedras escotistas del siglo XVIII en la Universidad de México», en IV Congreso Internacional sobre los sobre los franciscanos en el Nuevo Mundo, Puebla 1991.

[2]   Cf. J. T. Lanning, Reales cédulas de la Real y Pontificia Universidad de México de 1551 a 1816, México 1946, p. 192.

[3]   Ibid.

[4]   J. T. Lanning, Reales cédulas de la Real y Pontificia Universidad de México de 1551 a 1816, p. 192.

[5]   Ibid, Real cédula de la erección definitiva.

[6]   Cf. La beatificación de Juan Duns Escoto. Final de un “iter” apasionante, Conferencia pronunciada en las Jornadas Escotistas de Madrid, 9 de febrero de 1994.

[7]   Es el título de la obra de V. Ales-Leumas, Giovanni Duns Scoto dottor sottile e mariano, Libr. Ed. Vat., Città del Vaticano 1977.

[8]   Así lo testimonia la Vita Beati Johannis Dunns Scoti doctoris mariani ac suttilis, ab immemorabili tempore beati vulgo nuncupati, primera biografía de Escoto escrita por el P. Mariano de Florencia en 1480, la cual «más que una biografía propiamente dicha, es un acopio de notas sobre la persona y obra de nuestro Doctor». Cf. J. Pijoan, Juan Duns Escoto. Maestro del amor y Doctor de María, Barcelona 1993, p. 18.

[9]   Cf. AAS, 84 (1992), p. 396-399.

[10] Cf. E. Longpré, «L’ordination sacerdotale du Bx. Jean Duns Scot. Document du 17 mars 1291», in Archivum Franciscanum Historicum 22 (1929), p. 54-62.

[11] Se cuenta con el documento donde el Vicario General de Escocia pide para el joven sacerdote la facultad para escuchar las confesiones. La bula Super cathedram de Bonifacio VIII daba normas muy precisas para la elección de los candidatos a dicho ministerio. En particular insistía: una buena conducta en costumbres y doctrina.

[12] Cfr. F. Miano, Chi ama educa. Vocazione, cura e impegno formativo. Tracce per un percorso, ed. AVE, Roma 2011, p. 6

[13] «Un acontecimiento importante del reinado de Felipe el Bello fue la guerra contra Eduardo I de Inglaterra. En 1298 se concluyó una tregua, patrocinada por Bonifacio VIII. En 1303 se estipuló la paz definitiva entre Francia e Inglaterra. Esto es un dato histórico para comprender que la expulsión de Duns Escoto de París no sucedió por un conflicto político de carácter nacionalista, sino propiamente por un conflicto entre el rey de Francia y el Papa», cf. R. Zavalloni, Giovanni Duns Scoto. Maestro di vita e pensiero, S. Maria degli Angeli 1993, 12. Puede consultarse también, C. Castiglioni, Storia dei Papi, II: Da Bonifacio VIII a Pio XII, UTET, Torino 1957, p. 3-26.

[14] De los 155 miembros del Studium franciscano de Paris, uno de los más importantes de la ciudad, 87 no comulgaron con las exigencias del rey a pesar de la general apostasía.

[15] En la Ordinatio III, d. 10 lo encontramos sintéticamente manifestado: «Todo cristiano debe orar por sí y por toda la Iglesia de Dios».

[16] El conocido el epitafio de su tumba en Colonia resume muy bien toda su vida: «Scotia me genuit. Anglia me suscepit. Gallia me docuit. Colonia me tenet».

[17] Pueden consultarse otras obras útiles. Entre ellas: J. A. Merino, Historia de la Filosofía franciscana, Madrid 1993, p. 177-266; Juan Duns Escoto. Introducción a su pensamiento filosófico-teológico, Madrid 2007; E. Bettoni, Duns Scoto filosofo, Milano 1986.

[18] Cf. La Constitución Apostólica de Pablo VI, Alma Parens (14 de julio de 1966), el Decreto de confirmación del culto de Juan Pablo II (6 de julio de 1991) y la Carta de los Ministros Generales de las 4 Familias Franciscanas (6 de enero de 1993). Además, R. Zavalloni, Giovanni Duns Scoto. Maestro di vita e pensiero, S. Maria degli Angeli 1993; Aa.Vv., La vita spirituale nel pensiero di Giovanni Duns Scoto, S. Maria degli Angeli 1966.

[19] Cf. Homilía del Santo Padre Juan Pablo II durante las Vísperas Solemnes del Reconocimiento del Culto litúrgico a Fr. Juan Duns Escoto.

[20] «Escoto fue un gran sentidor religioso y tenía una estructura mental y comportamental fraguada y forjada en la escuela de Francisco de Asís. Esta experiencia previa a la reflexión intelectual, no debe olvidarse si queremos comprender la amplitud de los temas de la gran cuestión humana y, sobre todo, la cuestión de Dios…». Cf. J. A. Merino, Caminos de búsqueda, Cali/Murcia 1999, p. 82.

[21] Cf. S. Nicolosi, Medioevo francescano, ed. Borla, Roma 1983, p. 22.

[22] Cf. Fr. Juan Duns Escoto, Tratado del Primer Principio, (cap. I), BAC, Madrid 1989, p. 47.

[23] La Comisión Escotista nos ofrece los textos que pueden consultarse en, Doctoris Subtilis et Mariani Joannis Duns Scoti Opera omnia studio et cura Commissionis Scotisticae ad fidem codicum edita, vol. I-VII, XVI-XIX, Civitas Vaticana 1950-1982.

[24] Cf. J. A. Merino, Beato Juan Duns Escoto. Jesucristo y María, BAC, Madrid 2008, XLIII.

[25] Cf. Reportata Parisiensia  III, d. 7, q. 4, n. 4 (ed. Vivés XXIII, 303). La edición crítica de los textos cristológicos de Duns Escoto fue publicada por C. Balic, Theologiae marianae elementa, Sibenice 1933. Más tarde, fue nuevamente publicada con una traducción italiana por  R. Zavalloni – E. Mariani, La dottrina mariologica di Giovanni Duns Scoto, Roma 1987.

[26] Homilía, 29 de noviembre de 1970, en L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 13 de diciembre de 1970, p. 2. Cf. Audiencia general, Miércoles 7 de julio de 2010.

[27] Cf. J. A. Merino, Beato Juan Duns Escoto. Jesucristo y María, LVI.

[28] Cf. J. A. Merino, Beato Juan Duns Escoto. Jesucristo y María, LV-LVI.

[29] Cf. Constitución Apostólica  Alma Parens, AAS 58, 1966.

[30] Es el caso de las verdades llamadas «preámbulo de la fe» donde la razón se extingue y se enciende la luz de la fe: la existencia de Dios, la inmortalidad del alma y el fin último del hombre.

[31] Citado en la Constitución Apostólica Alma Parens, cfr. AAS 58, 1966, 614.

[32] Cf. Alma Parens, 11.

[33] «es uno de esos maestros que nos inquieta y nos hace avanzar hacia la clarificación de la vida y del misterio». Cf. J. A. Merino, Juan Duns Escoto. Introducción a su pensamiento filosófico-teológico, Madrid 2007, p. XV.

[34] Escoto trata el tema desde su perspectiva medieval, pero aún así, su propuesta resulta de gran actualidad. Sobre el carácter pastoral de la teología, cf. Ordinatio, Prol. q. I, pars 5, en Opera omnia, ed. Vaticana, vol. I (1950), núm. 217-366; 151-237.

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